MORIR DE OLVIDO
Hay tantos poetas como lugares conozco.
Unos escriben de noche como nocturnas aves, con alevosía y prosa viciada. Los hay de pico fino y grafía esquiva que anuncian verdades que al final nadie comprende. Otros muchos, afirman que Dios no está muerto sino distraído. Punzantes son otros y devoran diccionarios y escupen tinta derramada sobre la conciencia de un lector distraído.
Hay tantos poetas como lugares nunca visité.
Divertidos y atrevidos, tristes y absolutos, nihilistas e ingleses, vestidos de cadáver y asombro muchos otros. Todos los poetas tienen algo herido, algo roto (como todos) aunque éstos lo cuentan para no morirse solos. Buscan el aplauso y a buenos editores. Anhelan ser leídos no menos que comprendidos. Los poetas todos pertenecen al patrimonio de la humanidad. Son únicos, inusuales y tercos.
Hay tantos poetas como gente que se ríe de ellos.
A veces, cuando algún poema se escapa enfurecido y arremete contra un díscolo discurso; el público comprende de repente para qué sirven las palabras. Una sociedad sin belleza sabe matar mejor, puede matar mejor, por eso, a quienes recelan de los versos y enmudecen yo les digo que mejor sería llenarse de libros que morir de olvido.
París, 2014
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