EFEBO (Un Poema Preciosista), revisado

Deberían prohibir dejar ventanas abiertas, es un modo tan sencillo de partir. Pero aquí, junto al mar, el suicido sería humo y yo me perdería el fasto de un cuerpo hecho para el amor. Dime su nombre viento, dame al menos, el ópalo de su boca, la oblicua curva de su axila: el veneno de su partida. Y cómo se enreda el mar entre tus piernas en esta tarde veraniega. Quién fuera esa gota minúscula que le roza y forma huracanes de amianto entre sus rodillas. Dime su nombre, viento, y si es posible trae un poco de ceniza; un pedazo de mármol y una cruz para su ausencia. Viento no sólo brisa me traigas que si ha de venir, roce mi frente ilesa todavía con un pensamiento errante. Se sabe bello, ejerce y te somete con la mirada. La indiferencia no le toca. Sin embargo: ¿por qué puedo ver sus ojos de infante, profundos como el hades?. Efebo atlante, que surgiste del mar una tarde de mediterránea esperanza. Devuélveme los ojos que te llevas, destino, de aque...