LUCIANO y EL ALBA (nuevo)

Se quiebra su mirada, la plata de tus ojos se derrama por doquier. Allí donde no hay luz sólo la sombra te nombra. No dejad que tan preciado líquido se desperdicie entre palabras. Es madrugada y llueve en la ciudad. Enmudeced vuestras bocas, que no giman las gargantas: un genio dorado se alarga, desapareciendo entre gestos que engañan. Es entonces cuando las ninfas, enmudecidas por el miedo rompen en sollozos sangrantes. Te apresuras a consolarlas, lo intentas: manda el alma. ¿Qué ocurre? ¿Por qué se pelean los astros en el azul terciopelo? Y esas jóvenes estrellas —danzando en la pista de baile— que pueblan este firmamento sin luz que ahora ensombrece mi deseo, ¿por qué se amontonan temerosas esta madrugada? Amanece, lo dije antes y llueve todavía en la ciudad… Una helada luz de plata nos envuelve y evita consumar este deseo. Quisiera poder dormir, desvanecerme en otro sueño; alguna mejor quimera que llevarme a la boca, pero ya es ...