NOCTURNIDADES | a Luizo Vega

Trabajas en los trapecios de la noche y de la bruma. Se inquietan las estatuas que ven tu paso. Te envidian porque posees un alma, de nobleza y oscura soledad que a ellas falta. Te rozan los duendes y el flash de la memoria: doncellas sin flor, hombres sin corona. Todo tú, manifiesto eunuco en trifulcas, bares y sesiones publicitarias. Tomas las mil formas del deseo: a manos llenas te llevas el alba. “ Hace mucho que sigo aquí ”, me susurras al oído. A tu llegada, ya en la ciudad secreta de Sforzinda, de repente agotado y solo estás ante tu particular Reino de Taifa. Todos se intrigan al verte, todos te rondan, te pretenden. Vendes humo a tu paso, y el esfuerzo no te cuesta, ni te daña la nada. Mas luego, ileso y cansado te has ido mientras se apagan los excesos, se duermen los últimos borrachos, se abren los colmados y el alba te roba todo el glamour. Como los pájaros cantas con voz prudente, y silbas como sabiendo que ...