Me equivoqué de nuevo – no tengo remedio –, v olví a dejar mi alma en los bares, en las cantinas, por las esquinas jugando al disimulo con mendigos, putas y traficantes. El miasma del mundo me trastoca, me incendia y deja en mí, un halo de extraña bondad. No crean, no es éste un trastorno reciente, ni tampoco plagio de villano; ni tan sólo un vago ansia de fornicar. Es más bien un ceder a mi destino, al azar gratuito y vacuo de todo acto sombrío; donde se entrega algo más que un cuerpo, una intención y por ello; un alma. Fe de erratas. Al día siguiente escribimos en el libro de los días: "noche indefectible y ciertamente de exceso, bronca y borrachera”. No me entiendan mal, es sólo eso; una fe errada... Fe, en los infiernos urbanos, en las pétreas perspectivas de lo humano, en los semáforos en rojo y el peligro: en los chicos de barrio y al final también; en las mentiras que huyeron rápidas como ratas. La noche nos enajena a vece...
No siempre es tan sencillo elevar miradas... elevar nuestra mirada...
ResponderEliminarPero siempre hay que intentarlo...
Un gusto conocer tus letras.