RIBERA DE LOS ALISOS | a Jaime Gil de Biedma

Ya en el jardín, leyendo las horas muertas de un pasado errante (que no errado), al preguntarme si fuiste tú o yo acaso: dejar pasar todo pecado se impone. —“ Yo no sé hablar como tú ”—, explicabas. Entonces todo lo comprendí: porque en el pasar de las horas que pasaron está la enseñanza; que el tiempo todo lo aclara. Que el dolor se alarga y dilata, que no mata. Ya en mi jardín, metafórico lugar inexistente, donde palpita mi alma con tu frente y mis sueños se enredan con el viento, en ese nacarado lugar; presuntos amigos visitan mi cama llenándola de lisonjas oxidadas. Yo insisto sin el menor pudor que es a ti a quien busco en sus cuerpos. Que son tus abrazos los que pruebo entre los suyos. Pero ellos jamás lo creen. Ni tan sólo escuchan a la pasión que esconde la verdad oculta. Que no será desvelada, pues ellos a su vez, aquella “primera vez” buscan en mí, también. No sabemos más que antes, sino distinto a lo que fue.