Llanto Incólume al Maestro


Hubo una España de sombra a las cinco de la tarde,
Un moho, un relicario y un ataúd con su muerto tapado.
Sí, lo gritaron todos: “Eran las cinco en punto de la tarde”
Era la noche del padre, del hermano, del hijo herido y maltrecho,
Era la España cañí, la pobre y desigual España de cal, paja y latifundio.
Una guerra; dos ideologías y un mismo miedo te cercaron a las cinco
En sangre de la tarde.

Fue entonces tu poesía una voz y más que voz un grito aterrador que provocó estupor.
Que provocaba la ira de la ignorancia y la cólera del dictador.
Duendes de inspiración preparaban tu féretro y tu poesía, tu música, tu teatro;
Sirvieron de mortaja a tu ataúd. Como un Jesucristo de carne, a la cruz clavado; nos dejabas la fe de tu poesía.

Asesinos de palomas a las cinco de la tarde y un llanto, y un cuchillo; y una sola lágrima que clama el clamor de la pena y la agonía… ¿Dónde estás Federico a las cinco de esta tarde? Cuando el mundo te reclama y necesita... ¿Dónde fuiste? ¿Dónde te llevaron a las cinco de la tarde? – Un golpe seco, junto a otros, un tiro en la nuca, de espaldas… Un Ruiseñor dejo de cantar entonces… ya lo dije antes:

– Eran las cinco en pena de la tarde – El mundo se quedo mudo, parado el tiempo; sin voz el alma. Una España innoble, de espanto, de sombra y esqueleto, privada de libertades que precisa una paloma y tú… Tú Federico; eras una paloma y no pudiste morir peor a las cinco en punto de esa tarde.




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