A Los Que Orbitan

Bendito el lugar y el motivo de estar ahí, bendita la coincidencia… a ti y a mí. Benditos los que orbitan. Todo el mundo sabe que los dados estás cargados. Todos sospechan y acechan la oscuridad que les impele y oprime. Benditos los despojados, los doctos, los ignorantes; pues ellos también heredarán los cielos.

Bendigo a los suplicantes, a los pueblos oprimidos, a los hambrientos de pan y de fe, a los que orbitan... A los ángeles de mi ciudad, a los jóvenes y los ancianos, a los maniatados por un mundo que no les reconocerá. A los que orbitan... Bendito seas tú, lector que te asomas a estos renglones de temblor poético e indignación, no menos que de cariño.

Y es por el pasar de las cosas que pasan, por el rio de Heráclito, el de Éfeso. Filósofo de este orbitar que es pasar y pisar sobre la tierra; sin el rencor o el lastre de larvados pasados, que las cosas buenas sucedan a expensas de la maldad y el oprobio. Sí, a los que orbitan y transitan mi ciudad y las ciudades del mundo de la codicia con amplio corazón de minotauro y sueñan y malduermen; y luego madrugan solos o solas por calles repletas de anuncios e indiferencia. Sí, a los que orbitan, siempre...

Somos todos iguales, no idénticos, no similares; sólo parecidos al mundo que nos despoja y nos deja tan sólo la voz en a garganta que chilla y chillará el júbilo de saberse orbitando una vida. Una vida, en busca de una nada.

A los que orbitan siempre, nunca a los que olvidan causas y cosas importantes. A quienes ayudan y no esperan nada a cambio. Al profano y al ufano. Al huérfano de la resurrección. Al Jesús Nazareno de mi amor le pido fuerzas para que este pasar que es mi vida, no cese de orbitar.

Y sí, a ti y a mí; juntos y callados en la mirada…  Sí, a los que orbitan, siempre.