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Mostrando entradas de septiembre, 2009

"La Pipa" (de Magritte*)

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Esta pipa no es una pipa, sino el asidero de tu ignorancia. El límite preciso de tu miseria; quizás se parezca al lugar donde van ancianos pensamientos, los sapitos del asco, la lujuria trasnochada o la hoguera de las vanidades. Todo conocimiento remite al caos del que procede. Es decir, lo que ves no es lo que ves sino lo que sugiere. Ese es el trazo de la realidad que se confunde con su metalenguaje. Si, lo sé; “no te interesa” y hundes la cabeza distrayéndote de lo importante. No, no es el mundo que observas cabizbajo sino el que desearías y por el cual vives. Ahora, levanta la cabeza y mira: Esta pipa no es una pipa –insisto- Mudas la visión, te retuerces de puro desespero. “No me gusta la vida” (alegas) “Si, a nadie…” –respondo- pero vuelve a mirar y dime “¿Es esta pipa una pipa?” ¿Cómo? ¿Te importa lo más mínimo…? Abandono todo intento por hacer que piense más allá de tu mañana, siquiera de tu presente. Alejarse a veces; es no querer ver más que apenas unos centímetros de realida

Acto de Contrición

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El Cristito de barro se ha partido los dedos En los filos eternos de la madera rota. Federico García Lorca I. Nadie sueñe, Nadie goce con vehemencia, Nadie copule son la Salvación. Nadie escriba nombre de hembra en el brazo de su hermano, Ni abrace cuerpo de varón de endeble encarnadura Justo donde el corazón desfallece en falo de prodigio. Nadie dude, que nadie observe. Vigilar o castigar el impudor Será codicia de unos pocos. II. Nadie tuerza el metal o tense el arco De flechas devoradas por el viento. Nadie pronuncie nombre de varón en vano. Nadie, en vano, rece al Jesús Nazareno de su deseo. Nadie traiga las manos manchadas; abiertas como llagas Y el corazón castigado, Cerrado a la esperanza. Nadie prohíba o prescriba. Nadie caduque su deseo O trasmute en ilusión o porcelana… III. Nadie lea versos sentado en la orilla de un hábito. Nadie hable de ilusión al besar a los muchachos más bellos. Nadie diga nadie, Ni nunca; Ni nada. Jamás se mienta con sigilo. Desdecirse Desdicharse. IV.

El Teorema de Euclídes

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El Teorema de Euclídes esconde la ley que marca con pura perfección cuerpo y materia, luz o rostro hechos a imagen y semejanza de un potente Creador (demiurgo de su miseria) Sólo el cuerpo que es alma cumple a la perfección los designios de Zoroastro, de Belcebú, de aquel antiguo Zaratustra. Antiguos dioses o soles sin firmamento que también dijeron su ley, hoy inconclusa. No haya mandamiento, sino puro límite y pureza devorados. Escombros del entendimiento para construir una ley antigua que hoy nos sirva, nos pronuncie, nos prescriba y designe la magnitud del caos que nos habita. Somos hijos de un Dios huérfano que quiso ser dicho mas no sin zozobra, no sin dolor, no sin llanto. Dame esa línea infame que es tu cuerpo, rómpeme si es ese mi destino o márcame el camino donde todos seremos confundidos por una fe perversa. Danzamos dentro del caos que nos representa. Morimos absortos en el abuso, colmados en la mansedumbre tumefacta del deseo. Erigidos y repletos de mentiras como letanías