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Mostrando entradas de diciembre, 2017

EL ESPEJO BLANCO DE UN HADA | 25 de Diciembre

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Como cada año llegan los turrones, el cava, las cenas con amigos, familia, empresa… Llegan los regalos y los gestos bondadosos. Todo está preñado de doble simbología, nutrido por una doble moral. Luces en las calles, gentes sonámbulas y niños atiborrados de promesas e ilusiones y, a lo peor, de falsas revelaciones. Como cada Diciembre pervertimos el código, mudamos los malos sentimientos y nuestro perenne esfuerzo por compensar miedos y egoísmos, nos deja en la razón su quemadura: —“Nos miraremos de nuevo en el espejo blanco de un hada”—, me decía mi madre la Navidad de 1977 (yo tenía entonces diez años). Conscientes o no, los fantasmas de la Navidad nos visitan todavía. Proclamo que este año por Navidad seamos insensatos: despojemos de lo absurdo los recuerdos empolvados de la infancia (que los miedos causen baja también). Es momento de mirar atrás con cariño, del recuento de promesas incumplidas, de maldecir tantos sueños y territorios robados, o mal contados y aún

TÉ DE MIRRA (revisado)

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Me levanté de mi siesta con ganas de un té de mirra, galletas de limón y chocolate y una leve sensación de dulce pereza y gusto por la lluvia de tarde y primavera...  Tú no estabas: no te eché en falta... porque nada me falta.  Quizás sí… Dame tu té de mirra y de palabras solas  — ¿recuerdas? — Tu voz de ecos y dulces odas, que no llegaron a buen puerto  porque nacieron rotas. Sin orilla, sin fuerza en el viento que las impulsa. “ Así no se construye un amor ”, observé. Dame tu lima con el licor de tu boca y el azúcar o la miel de aquel abrazo. Sí, tu piel, tu luz…  Por si acaso beberemos té de mirra y luz de amianto. Me levanté con ganas de un abrazo. Sí, ¿té de mirra o llanto? sólo por si acaso.

ODA A LA VIDA | Elysium: Memorias del Futuro

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Despierto: 6:30’ de la mañana. Hace frío. Tomo un café: me afeito, ducho, visto y perfumo. Soy invisible, es cierto. Tomo el metro con tiento. Llego tarde, lo siento… Hoy no me despierto. Sin lírica, sin gloria: no acierto. Llego al trabajo, saludo, me siento. Cincuenta correos sin contestar. Uso mi ingenio; no miento. Salgo a comer, vuelvo y termino a tiempo. De regreso, tropiezo con los mismos,  las mismas almas…  Viajo en metro. Mi cara se mezcla con ellos,  en la compota y el amasijo de la indiferencia. ¿Necesitas que te lo recuerde? Pero lo sabemos. ¡Claro que lo sabemos! Disimulamos, nos llenamos de titulares.  ¡No hay más pan!: es invierno en el alma. Salidos de “Facebook”, incierta gloría acaso. “ Lo siento ”, me preguntas. “ ¿Libre el asiento? ” —Te comiste el verbo—, pensé.  Ni me has mirado. Lo sabemos, nos incomoda: ¡pero no comprendemos! Llenos de titulares, mintiendo a diestro y siniestro; guerreros en un mundo inventado, sin alma… i

Decir Acaso

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Tengo que decir que sí: me gustó tu sonrisa de muchacho a pesar de tus casi treinta y cinco años. Te dejaste llevar por el aire y la bruma. Buscabas el olvido y viste en mí, la isla del tesoro, la ciudad sin mapa: un amor correspondido. Tengo que decir que eras guapo: italiano, alto y un tanto desaliñado. Algo tosco también, con manos grandes y ojos de ruiseñor. Y fueron el juego y la dicha los que nos juzgaron. Una tentación acaso peligrosa para mí y azarosa para ti: “ vienes, te invito ”, me dijiste. Salimos del local. De repente (ya en casa), tomamos cerveza y prisa. Se cruzaron nuestras miradas como las balas recién salidas de un arma. No tocarte, sólo mirada y tiento. Me besaste en la nuca como a un colega desangelado, sin fe.  ¿Qué luz te trajo hasta aquí?, pensé. Mas luego, te fuiste raudo como el viento, dejando polvo de estrellas y frío.  Tengo que admitir que no recordaré tu nombre, y que la bruma y el olvido llenan ahora mi casa como la duda llena también

Pecator | Et In Arcadia Ego (nuevo)

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No tengo escapatoria: todo principio conduce a un final. Sé que tu recuerdo perdura todavía... como un leve punzón de impune levedad. No te debo nada.  Pagué el precio de tu traición, con el amor que me quedaba. Te será indiferente... amor hiriente. Aguanta la infame culpa en la memoria, hoy inconclusa. Arderán mis palabras en la hoguera, donde se mece el indemne frenesí de tu aurora. Quedará amansar la conciencia que hirió y mató bajo la cuartada perfecta de tu aparente inocencia. Te perdoné; tú a mi no. Aún te crees en la vedad: como los sueños a punto de acabar, te urdes entre culpas y razones. Yo me río de ti... Si tú sabías lo que querías, jamás conseguirlo supiste. Et in arcadia ego , pensé.