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Mostrando entradas de enero, 2013

Amor Herido (pero no hundido)

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Éramos la niebla, la luz que salía de un costado, un abrazo. Fuimos mendigos y luego reyes sin reinado para más tarde volver a tierras lejanas, Aquellas que abandonamos. Tomaste mi mano un rato que un año y medio duró y caminábamos juntos como lo hacen Los enamorados. Temblor y fulgor, pulso, amor y desmesura. Eras el muchacho de mis días y yo la luz de una esperanza de selva y azabache. Viniste para enseñarme el límite fijo de la navaja de mi dolor. Yo asistí a este curso de amor amargo y dulzor envenenado cual chiquillo en el “kínder” Cuánto amor, Cuánto amor. << Te marchaste lentamente y te llevaste cosas que ni siquiera eran mías. No sólo amor, no sólo los besos que te di >> Cuánto amor, Cuanto amor. Te fuiste lentamente y te llevaste las llaves de mi puerta. Desde entonces mi alma está abierta. Abierta a la esperanza.

Embriágame (La Orgía)

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Anoche me acosté con todos vosotros, poetas, mis ladrones de vida y deseos. Al abrir un libro fuiste saliendo uno a uno de entre las hojas y postrando cuerpo y figura alrededor mío con vuestros cuerpos ilustres y llenos de pedernales, me tomasteis... Kavafis mordía mi cuello son suave benignidad de gato lascivo, Wilde ya había introducido su mano sin guante en mi entrepierna y la acariciaba mientras al oído leía fragmentos de su “De Profundis”. Con Allen Ginsberg se desató la orgía y yo ya era vosotros y vosotros yo mismo y quería ser abusado. No vino sólo aquel, también Ana Rossetti, la italiana ofreció su pechos y su vulva al santuario encendido de la pasión. De pronto con turgente presencia y lúgubre mirada surgió Pasolini quien hundió su boca en la mía en busca de mi lengua. Al despertar, os habíais marchado todos y desnudo, las sábanas revueltas y mal decirlo, manchadas por el exceso; quedaron sobre el aliso de mi asombro. Dormir con los poetas es a fin de cuentas