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Mostrando entradas de julio, 2017

EL GRAN ALBATROS, nuevo

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Que la luz quebrada de los días, en el devenir insomne de consecutivas ediciones de los tiempos (lleno de eones), sepa de esta pena que arrastro por ciudades de amianto.  No quiero caer y lo hago. Me levanto aquí lo mismo que luego resbalo. Suelo de hielo: hace tantos besos que no me siento amado.  Despierto ansioso. Nenúfares y rabiosos ventiladores me azotan y me roban un átomo de calma, y la pluma de mi alma impávida y turbia acaricia con tu nombre el secreto de los días que se fueron. ¿A dónde se fueron? Ahora ya todo se sostiene con ladrillos de papel, con frases de viento y veneno. No me reconozco ni en los espejos mejor lustrados. Todo permanece sobre muros de agua y viento,  otra vez; todo sobre mentiras forjadas. Leo a Bob T. Morrison: " Yo sé muy bien que en cada placer existe el dolor, y detrás de éste se esconde el gran albatros ".  Mira al cielo: la libertad es un pájaro que se te escapa volando.

LA NOCHE Y LAS CARRETERAS (Slow Hands), nuevo

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Con tiempo y tesón se ungen los sueños y los míos esperan retorcidos a que tu voz temple esta historia de noches largas, de inviernos en edredón… Dejé Wikipedia y Facebook para los tristes convictos de la red, allí no hablan de ti.  Y te pido que no dejes este pan y este hambre juntos.  Deseo sólo fijarme en lo que importa, no más luz o tinieblas. No más tristeza, crisis y destellos de fulgor ahogados; ni más noticias transeúntes de los trasmundos que suenan en la radio. La hiperactividad de esta ciudad me ahoga y sólo tú naces como un oasis, como una nada que me lleva hacia ningún lugar. Harto de todo y todos me despojo en las esquinas, en las bibliotecas, de mi propio hedonismo: de mi propio conocimiento. Subo a los campanarios, me suicido por las esquinas del olvido. Escribo entonces, justo antes, mi propia esquela. Una triste canción que nadie comprenderá y que contiene tu nombre. No se hicieron estos lares para los cobardes, los hipócritas o los locos, simplem

NO ES POR CASUALIDAD (Soy lo que soy), nuevo

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Tengo el calor de una copa de vino, mitad señor, mitad corre-caminos ; con una estrella encendida sigo mi destino. Soy lo que soy: no es por casualidad que tenga el color del trigo en el verano, que sienta el corazón como una bendición que guarda mis anhelos para colmar de amor de fuego e ilusión a la persona que quiero. Bohemio entre los bohemios, con la mirada de un loco risueño, algo poeta y forjador de sueños: un vagabundo solitario al sol de su siembra. No es por casualidad que yo sienta el amor de forma diferente, no es por casualidad que viva la pasión apasionadamente. Ni tampoco que tú, lector, te asomes indeciso a estos reglones de temblor poético buscando quizás algún ansia perdida, el valor de la verdad o el sentido de la existencia. Si en algo te sirvió lo celebro, si fue un fulgor lo que aquí te trajo o apenas un relámpago de indiferencia; de nada servirá la espera aunque si, la esperanza. Sí, no es por casualidad...

TOBIAS DESANGELADO (nuevo)

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Menos mal que estás ahí del otro lado de la elipse, callado y constelado en tu fragua de cieno. El sol en su fronda, tus dedos picotean el cartón de la cajetilla de tabaco y parezca que eso sea la eternidad, ese repiqueteo absurdo...  Ese es el instante de tu muerte entonces.  Y me recuerdas, entre copa y copa, humo y sudor de verano: " Se van las cosas, las personas y los yoes. Se va la espuma de la fama, la ilusión y el halo de tu frenesí. Te quedarás solo y a solas, con la bruma de tu pensamiento, mientras el mundo sigue sin tu permiso y lo peor, sin notarlo apenas ." Como siempre la visita al tiempo es inminente, respondí.

EPÍLOGO de Juan Claudio Álvarez

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La historia descrita en el Génesis de las ciudades de Sodoma y Gomorra, aporta a la cultura judeocristiana el tono ominoso de una tragedia anunciada, inevitable y con el agregado amargo de no haber sido posible encontrar entre sus calles el mínimo necesario para convencer a la divinidad de cejar en su propósito de aniquilación.          Dos ángeles se acercan a la tienda de Abraham para anunciarle el próximo nacimiento del hijo que tanto anhelaba por parte de su esposa anciana, y a quien hace años le había cesado “ la costumbre de las mujeres ”. De paso, también le advierten de las intenciones de Dios para con las ciudades de la llanura: destruirlas, porque sus grandes pecados y abominaciones habían subido hasta el cielo, como una pestilencia que reclamaba una limpieza absoluta que sólo se podría lograr a través de la muerte y posterior purificación de los poblados, mediante el fuego y el azufre que ahora llovería desde los cielos.          Sorprendido y preocupado por la