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Mostrando entradas de marzo, 2018

COPERNICUS (nuevo)

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De tu voz un reflejo me llega. Luz que es búsqueda y queja, mas parezca sonrisa improbable; efecto de un caucásico encanto. De su luz, que es suerte no menos que esperanza: camino aunque atajo insondable, cruce de suertes y senda de esta razón, apareces tú; indemne en un espanto de pura causalidad, o quizás de mera ensoñación. Allí estabas. Ahuyentabas la soledad de la noche como las moscas del baño revolotean el mal olor. En la elipse sin estrella que somos, alguien nos sonríe y su luz nos quema el alma, limpiando todo rincón con destreza inusitada. Paradoja que no cesa en su asombro. ¡Qué las estrellas se hicieron para dar luz, y sombra también, a las almas! Qué aquello que llamamos “ los demás ” es un “ nosotros ”. Dormir un sueño de generaciones no es más que el destino huidizo de hombres que buscan su sombra entre las sombras, y olvidan el alma entre escombros y oprobio. ¡Es un ardid! Lo dicen tu ojos de nórdic

PERDER LA CABEZA (nuevo)

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Tras cada extravío hay un ser amado, un humano distraído y seguramente apasionado, ensoñado o azorado que tiene otra cabeza dentro de la cabeza, y un corazón latiendo en el pecho que una simiente plantó. Perder la cabeza, es amar sin pies ni dictado. Me piden tiempo… y el que ama no dispone sino de un par de muletas, para ir saltando entre las brasas. Además, como reza el refranero: —“ Si he perdido mi tiempo, no todo lo perdí ”—.

LUNA DE AGOSTO (nuevo)

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Puedo escribir el mejor de los poemas pensando en ti. Apenas un deseo borroso entre brumas, dibujado sobre el tapiz traslúcido del deseo, enciende un alma ausente de tu cuerpo. Sé que estás ahí, compañero, desesperado en la bruma, detrás del miedo. Siento turgente tu presencia que se me antoja secreta. Como secretos fueron aquellos encuentros. Puedo escribir el mejor de los poemas pensando en ti. Te abrazaría en silencio al besar tu emblema, ese que pintan tus ojos y llevas grabado en el pecho… y esos muslos de Apolo y alquitrán; hechos para el amor: por la batalla que me une a ti. Quizás despacio, robando besos a la noche, abrace tu cuerpo henchido y fatuo; lleno de abanicos y senderos. Y reposar en tu boca de fauno con tiento, el peso de mi deseo. Apenas te veo y te adivino en el pensamiento. Amigo de cieno, cruza tu camino de viento, y dime si es cierto: si se hiela el tiempo, si el frío cala los sentim

EL SEXTO VERSO, nuevo

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Yo escribí cinco versos. Por “a” empezaba el primero y terminó dejando en la razón su quemadura. El segundo: unas manos amigas. Un beso que acaricia mi costado es el tercero. El cuarto son tus ojos callados, como dos horizontes perfectos. Una casa levantándose es el quinto. Mis versos no piden pan, ni inteligencia, ni gloria. No piden nada que no sea devorado más tarde, cuando llegan los críticos, cacasenos y elegantes algunos; con sus tejanos y zapatos rojos. Llegaron, a juzgar el valor de mis latidos: a envolver sardinas con las hojas de mis libros, a tomar prestada mi ilusión, a tasar mis palabras con microscopios de liturgia barata y mucha gramática. Entraron y se llevaron puntos y comas, paréntesis y otras armas punzantes: metáforas usadas, pleonasmos caducados, aliteraciones en desuso y claro, también la lírica. ¡Aunque con ella no pudieron! Pues mi lírica, ramera de las tabernas, se envalentona y no deja títer

RIBERA DE LOS ALISOS | a Jaime Gil de Biedma (nuevo)

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Ya en el jardín, leyendo las horas muertas de un pasado errante (que no errado), al preguntarme si fuiste tú o yo acaso: dejar pasar todo pecado se impone. —“ Yo no sé hablar como tú ”—, explicabas. Entonces todo lo comprendí: porque en el pasar de las horas que pasan está la enseñanza; que el tiempo todo lo aclara. Que el dolor se alarga y dilata, que no mata. Ya en mi jardín, metafórico lugar inexistente, donde palpita mi alma con tu frente y mis sueños se enredan con el viento; en ese nacarado lugar: presuntos amigos visitan mi cama llenándola de lisonjas oxidadas. Yo insisto sin el menor pudor que es a ti a quien busco en sus cuerpos. Que son tus abrazos los que pruebo entre los suyos. Pero ellos jamás lo creen. Ni tan sólo escuchan a la pasión que esconde la verdad oculta. Que no desean desvelar, pues ellos a su vez, aquella primigenia vez buscan en mí, también. No sabemos más que antes, sino distinto a lo que fue.

EL OROPEL DEL ORO (nuevo)

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Considerarse conocido de Dios, buscar su complicidad y su beneplácito, despreciar todos los naufragios y regalos del alma; todo los salmos que nos aguardan y nos acogen no es ni satisface plenamente las malas inclinaciones. Es más, siendo lícito, carece de un auténtico desempeño. Todos nos vemos conmovidos y sorprendidos por un vacío que urge ser llenado de significado. No gusta la torpe soledad del proxeneta, el inútil dolor del desdichado: el alma ahogada de aquel que busca el amor y no lo encuentra. Torpeza tras torpeza, Dios accede a tomar de nosotros aquél afán sin la voluntad a ser apreciado allí arriba. Sin la certidumbre de gobernar de cierto nuestra fe inconclusa. Él, la toma entre sus manos en una mansedumbre irredenta. El amor llegará más tarde… si llega. El privilegio de ser conocido por Dios puede parecer insuficiente para algunos, mas no el oropel de mi afán por Él. A lo peor, el único afán con verdadero sig

LA LLAVE (nuevo)

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Me pediste amor y te bajé la Luna. “ Culpa tuya: ¡por creer tanto en milongas! ”, decían. Luego, llegaban los abrazos, el sol y los paseos con sus domingos de invierno y cama hasta las tantas. Yo te miraba con tino. El torso dormido, abandonado al sueño. Alzaba tu brazo caído colgando del suelo y caminaba de puntillas para no despertar a los ángeles que habitaban nuestra casa. Así pasamos varios años, entre el amor y la añoranza: añoranza mía por un amor verdadero. Me pediste un beso y te regalé el cielo; hecho de abrazos, amor, de caricias y un poco de consuelo. Todos lo decían: era demasiado. “ ¿Demasiado de qué? ”, me preguntaba. Qué fácil era pronosticar el futuro ajeno entonces. Qué bien se os daba involucrar la mirada, al ser imposible entender cómo tanto amor perduraba. El demonio receloso entro en escena y tú además, le esperabas. Me pediste tiempo y yo te regalé la eternidad. Me vendí al amor por dos duros. Te decoré la vida, curé las heridas, te

COMO QUIEN AMA SU DOLOR (nuevo)

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Tengo tu nombre en la mejilla. clavado de impotencia. Tengo el sexo de tu astro en el corazón, tapiado con nubes y promesas incumplidas: de — falsas expectativas —, me decías. Tengo el soplo del olvido dormido en el calendario y anoto con tino que hoy, también te tengo que olvidar. Hay tanto que dar, todavía en mí. Te debo lo que ya te di. Es decir: nada, porque ya todo te lo di. Y sólo un recuerdo tuyo me basta para el hastío. Un fantasma de abrigo y noche turbia que no faltará a su cita con la ternura. Así son los recuerdos: tercos como dos mulas. Antes de irme a trabajar (recuerdo) con perfecto dolor acurrucado, cómo te besaba en la nuca. Tú, adormecido en el sueño todavía de quién sabe qué delicias. — Adiós mi niño; me marcho — Nunca obtuve respuesta. Nunca la esperé. La puerta puso distancia, el hábito la siguió. Luego de tu partida, dolor y tristeza juntos. Sin tregua, sin nada. Tan solamente adiós. — Yo no sé h