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Mostrando entradas de enero, 2017

LA FURCIA DE LA ANGUSTIA (versión definitiva), 2017

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para Javier Cubero La furcia de la angustia llegó preñada de esperanza, como predijo Gloria Fuertes, la poetisa. La angustia, esa ramera que del olvido hace  maletas y que llega y se presenta en casa sin el menor rubor. Mete muebles, hace la cama con tino y envenenada malicia, llenando mi alacena de azúcar y temor. Y se ducha todos los días, dejando la ropa sucia por todos lados menos en el canasto. Es la amiga nunca invitada, la indeseable de la angustia… Me envenena los versos con su ponzoña endiablada, que se clava y se clava como un puñal de plata. Quien me roba las rimas y revuelve en el trastero de la imaginación, dejando mis relatos hechos añicos y luego, cómo no sabe de nada que no sea de incordio, se marcha por un tiempito para habitar en casas ajenas. A su regreso, siempre de madrugada, la angustia juega a tentarme y también al cerco, no menos que al siniestro juego del sexo de oscura intención. ¡Ay! mi ramera. Qué pronto llegaste aquella tarde, cuando a

EL ARTE DEL BESO FRANCÉS (texto definitivo), 2017

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Todos me piden que sea otro. No lo dicen así, tan burdamente. En apariencia no me reprochan nada y pareciera que yo les gustará tal y como soy. No les molesto y a veces hasta me alaban, me llenan de lisonjas —un tanto envenenadas—, pero yo veo allí, en el fondo de frases y gestos, en lo vacuo de sus sonrisas cómo se esconde un golpe de censura. Es evidente: no les gusta. De ninguna manera puede gustarles que no siendo ciego, camine como si no existiera el camino. Y tropiece con tantos muros, y lo mismo avance que retroceda: pues, eso es la libertad y ese es el camino. No les gusta que no sepa la razón de nada, que no explique, no aclare misterios y cuando trate de hacerlo, les muestre el espejo de su falsa egolatría, de su estúpida mirada. Pero tú, “maltés francés” , índigo de mi alma; cállalo. No les digamos nada. Pues el arte del beso francés no se hizo para sus labios. Llorado están cuando, en verdad, quisieran aplaudir porque no pueden besar sin zozobrar en la nada.

UN BILLETE HACIA EL RÍO (versión definitiva), 2017

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“¡Hay que destruir el teatro o vivir en el teatro!”  Federico García Lorca Cualquiera te vende un billete hacia el río... qué lo tengo dicho, que no fue la noche quien te eligió; o la lluvia entre árboles, o el llanto: ¡qué no! Acaso la moral en la tiniebla, el mapa herido de tu temblor. O el extraño sabor a poesía que dejó escrita tu pena. ¡Oh, luz firme de clavel y ensoñación a solas! Y si tú lo sabes,  y vosotros que ya veis mis sienes plateadas,  y el corazón entregado y roto. Si ya lo sabéis:  que soy débil cuando amo,  y loco cuando me enfurezco. ¡Oh, pena firme de albahaca y tesón! Tan sólo sé escribir este poema que nace del amor, y me recuerda una brisa triste por los olivos... Mas, no vine aquí a decir esto: ¡Que no es la perfecta letra de tu emoción escrita! ¡Que sí!, que también...  Acaso la perfección de tu dolor, que supo de gozo y suspiro. Un llanto que inunda el alma, sin romperla apenas —porque se sabe cierto—: cierto, como el aire don

EL CUARTO DE LEO (revisado)

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Todo pasa en el cuarto de Leo. La niebla o el olvido, una abeja y un suspiro conviven juntos sin el menor rubor. Cuando apenas soñoliento visito su cuarto, luego que regresamos de una noche loca de encanto, Leo pone su mano en mi hombro, se acerca al oído y me susurra: “t odo pasa en el cuarto de Leo ”. Me gusta despertar entonces abrazado a su torso que, retorcido en la cama, juega al disimulo antes de los juegos amorosos. Su rizado pelo negro es un engorro, si de morder su oreja se trata. Leo hace fácil lo difícil. Habla con un encanto sobrevenido y sonríe con la mirada. Cuando luego de un café salto a la ducha y me encuentro junto al desnudo cuerpo, me siento dichoso de saber que en eso consiste la felicidad. No sabría decir si placer o dicha, si duda o frío: cuando Leo reposa su cabeza en mi pecho antes del profundo sueño, comprendo de repente el porqué de todos los poemas y la razón de todos los amores olvidados. Sólo él hace que la realidad se disipe entre s