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Mostrando entradas de marzo, 2009

Efímero

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Quisiera saber de las cosas que carecen de explicación lógica, las cosas del corazón; aquellas huérfanas de razón. Las historias de amor que se nutren de la efímera belleza. Ser y no ser a la vez es posible, también los son la esperanza o la pasión... El amargo desespero de saberse en boca de quien amas y no poder abrazar su cuerpo. El mundo se parece a sí mismo en todas partes. Todos lloran, también ríen algunos; igual allí lo mismo que aquí, dentro o fuera del laberinto; el amor pasa con sigilo y traza con fuego un nombre que no se repetirá. Costumbre siniestra del destino, de hombres y mujeres de jóvenes y de ancianos; de todos por igual bailando este frenesí de puro existir, de mero existir - diría - Y es por el pasar de las cosas que pasan que quise fingir tu nombre y no pude, quise olvidar tu efímera sonrisa, y no supe. Tampoco hoy el amor se parece a ti. Mas tuve tu beso de finitud rozando mis labios y tu mirada de pura distancia ahogada en esta lejanía tan lejos y tan cerca

Letanía en Primavera

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“No hay tiempo” Para la búsqueda del pasado Para el olvido del presente; Para todo afán de abastecer al ego. “No hay tiempo” Todo se reduce a palabras y adjetivos, A etiquetas, también Sin embargo tú no quisiste ver, No pudiste oír, No supiste mas que escapar con torpe disimulo. No te culpo; mas no mientas al decir Que tus manos forjaron tiempo y tensón Pues faltaron al más valioso legado; Aquel que nos hace mejores y más dignos. “No hay tiempo” Se escapó la flor del corazón Se rompió tu alma de infante o de niño (quizás dañado) En tu letanía de flor marchita, lento como la espesa bruma, te fuiste. Por eso, no mientas. No hables más: No hay tiempo. Jamás habrá más tiempo, Jamás más engaño, ni manipulación, Jamás habrá un jamás. Simplemente, “Ya no hay tiempo” Santiago Calleja Arrabal

Sobre el miedo (Una visión catastrofista)

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Es el instinto más poderoso del hombre (o por lo menos uno de ellos) Nos protege falsamente del ataque del mundo externo. Nos separa del mundo más bien, de nuestro mundo, del mundo de los demás; con su falacia aséptica, impidiendo una comunicación libre y comprometiendo nuestros actos que, bajo sus garras, hace de nosotros sus títeres. El miedo corrompe los cimientos de los sentimientos, nos roba libertad de acción y nos condena a la mediocridad. Pero podemos mirar hacia el cielo sin sentir miedo, tan solamente con la simple comprensión de nuestra naturaleza cobarde y un intenso esfuerzo por superarlo, alcanzaremos la felicidad o, a lo sumo, una felicidad serena; libre de euforia (quizás la más auténtica). Dicen que el miedo es propio de egoístas, de mentes materialistas y de corazones que no logran su cometido. El egoísta ó materialista siente miedo de perder sus cosas: Si sale a la calle teme que le roben la cartera, cuando conduce teme un accidente que estropee su auto. Si se enamor

Yo no me escondo

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Yo no me escondo de los días grises o las noches sin estrellas. No me escondo del miedo al amor, a besar y tocar. Del miedo a entregar. El amor es sagrado y por ello nos consagra a estar perdidamente enamorados. Perdidos en la mansedumbre de un océano de hielo cuya orilla perdimos de vista hace tiempo. Tener miedo dignifica, perder no es lo peor, lo peor es no haber amado, no haber entregado quien fuimos y por ende; no saber qué dar la próxima vez que el amor visite el quicio de nuestra ventana. Yo no me escondo debajo de una antigua fe. No guardo luto estricto al vacío. No dejo mezclar el azar con el miedo. Solamente, dejar ir. Soltar, volver a amar - ¿Acaso no es lo mismo? No me escondo del amor, del terror, del afán y los abrazos. De estrechar entre mis brazos mis peores pesadillas. No, Ya no me escondo. Dejaré las flores rozar mis rodillas esta primavera. Dejaré de llorar y mis lágrimas serán mares y océanos de caricias. Dejaré ir. Soltaré para luego, volver a querer como el primer

Un largo lagarto verde (Pequeña estampa cubana)

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Tiene Cuba un malecón antiguo donde la soledad es de piedra, donde el amor se consume con gozo amargo, donde el tiempo dejó de contar...Las olas rompen a lo largo del espigón de La Habana. Sí, lo he visto en tus ojos, y entierran en la cálida playa el nombre de marineros muertos de amor. La leyenda es lo único vivo que recuerda el viento. Lo he visto en tu mirar y no me arrepiento.Las olas rompen a lo largo del espigón, y traen espumas recientes a mis pies que son ojos que ven en tu mirar un lugar conocido en el que nunca amé. El colibrí de cola ancha, el viejo caimán de Camagüey, la música rapsoda de Ernesto Lecuona, el songo cubano de carnaval y el escueto mirar de tu semblante tienen algo en común que intriga. Tu voz discreta, las manos pequeñas y ágiles, la pena clavada en la mirada... Todo cuenta y todo se escribe por la playa de tu costado herido.Y las olas que rompen por el malecón de Macondo no cesarán de danzar la fiebre de tu pena, el amor de tu orilla y el olor de tu imposi