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Mostrando entradas de febrero, 2010

Uno de Esos Días (Opúsculo)

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He dejado las nubes, los anuncios y los pronósticos para los tristes convictos. Televisivos personajes matutinos me inflaman los ojos y, por si acaso, se perpetúan en los medios más diversos; mas allá de todo pronóstico. Rompo las ondas de mi radio sonora, me fumo el humo de los anuncios publicitaros mientras espero que el mundo se inunde aún más en estupor. Hoy ya he llorado dos veces, no de mera tristeza o por debilidad; sino de pura humanidad. Intento enmendar el sendero que me devuelva hacia mi mismo. Allí donde perdí mi rastro, distraído y sin brújulas; alzo los ojos ante el abismo que me acoge y al que llamamos realidad. Atravieso semáforos en rojo, me aventuro a subir a los campanarios de mi ciudad o me acomodo en silencio en las bibliotecas, donde ya; ni siquiera los ratones se aventuran, (verdaderos habitantes entre los libros) – Sigo – Hoy he tomado aquel atajo que tu mirada me enseño... El recuerdo no ayuda mucho pero alimenta el alma.  Llama un amigo y mi móvil tiembla:

Nacer al Desamor (a Germán de Brest)

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Quisiera amarte con dulzura, Casi con beatitud. La lentitud del tiempo de los abrazos Amplia horizontes sin forma en la memoria. Y por quererte Borraría tu nombre Para tener que recordarlo; Para nunca olvidar Como se hizo costumbre Amarte. La cerrada noche Calada de azabaches Y borrachos querubines solícitos, enajena. A la intención del beso, abrazos. Al amor, voces y primaveras Y fértiles campos, Como vientres de mujer; Ávidos para el amor. A ti que supiste tocar mi noche desesperada Ciertamente te debo la luz Que ahora me arrebatas: “Temo dejar un rastro que no te merezca, Morir y nacer al desamor” -Dijiste- Foto - Luizo Vega

Detrás de Todo Tiempo (Homenaje a Bob T. Morrison)

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Eres como un poema. No tienes principio y careces de final. Las hojas de lo escrito sobrevuelan el verde valle. Manchado por las amapolas y el olvido, Eres aquel que reconozco en mi ensueño De piedras y angulares. Tú (sentado en el lugar geométrico Donde nacen las mandrágoras), Respiras por los poros de mi piel Escuchas a través de mis oídos, Mientras yo admiro tácitamente; Un paisaje vertical a través de tus ojos Y acaricio un deseo oblicuo En la palma de tu mano. Nos sorprende la vida -¿Verdad?- El aroma de un tierno color olvidado. Sólo poseo algunos recuerdos Que tu ser incendió con la mirada; Leyendo antiguos poemas al amanecer Cuando el estallido de la noche desaparece Como una simple visión por el prisma de tu frente. Anduvimos sorteando el otoño enfermo Escuchando en silencio el goteo de los relojes, Observando nuestra ausencia En el fondo de las aguas Donde reposan las ancladas piedras de tus dedos, Aquel lejano flujo donde tu faz se ilumina en despedida. Detrás de todo tiempo

El Corazón del “Otro”

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No incendies más el vuelo de la rosa olvidada, Ni que falsas promesas te colmen. No haya ofrendas de coptos suspiros, Ni manantial en lágrimas O arreboles de olvido. Sí, dame tu voz, Sólo tu voz en sangre. Que la vida pase y en su olvido Regale voces en flor: Silencios en crepúsculo, Suspiros de leves lamentos; Charquitos de tristeza moribunda y nubes, En cielos socarrados por la pasión. Dame sólo tu cuerpo Cual dominio, Cual poder… Y ese abrazo: tan solo hecho de fuerza. El amante nunca admite Que su amado es superior a él Pues allí, en la secreta admiración Reside el poder del uno Sobre el corazón del otro. Foto: Luizo Vega