Egos Revueltos - (Crónica de madrugada a las 03:45’)

He podido verte otra vez entrando en una fiesta sin ser invitado; - claro, nadie recayó en el detalle - Entras con paso firme; como quien sube a un yate de lujo. Como si con tu presencia nos dieras a todos la “carta de ciudadanía” – Me hiciste reír de tal manera que apenas dos lagrimillas de líquido (seguramente salado); surgieron por entre la comisura de mis atónitos ojos. He podido ver tu ego de nuevo envuelto en orgullo, indemne, intocable y por supuesto, irreverente. Así son las trampas que inventas y el muro que construyes vehemente y que te aisla del peso de tu conciencia.

Vaqueros a la última, barba estudiosamente descuidada; perfiladas mechas de arrogante engreído y cabellera un tanto anclada en los “80’s”. No dabas a basto al mirarte en todos los espejos: - Qué extraño, con desespero compruebas que tu imagen ya no se refleja en ningún espejo. Los espejos sólo reflejan la imagen auténtica de quien la posee; más no la de los vampiros, los muertos o los ególatras usurpadores y necesitados de audiencia; de falsa ambición. Tardarás bastante en entenderlo y yo, no te sacaré de dudas (por si acaso, me limito al examen y al silencio). Egos revueltos, egos sublimados, cuerpos bellos, trabados y vacíos de alma, bellos y bellas sonrisas, apretones de mano, falsos abrazos, y mucha; mucha cordialidad al uso… sospecha lícita en toda fiesta de sonámbulos modernos. Egos, egos revueltos; probablemente llenas estén las ciudades, y los cementerios también; de singulares lugares como este.

Quien sólo vive para él, “quien no vive para servir, no sirve para vivir” –oí decir a menudo a mi madre; en ocasiones– Así lo dejo dicho antes de morir; cundió su ejemplo en mí, (quizás no todo lo que ella hubiera esperado) – Allí, una voz dentro, heredada de siglos; me susurraba al oído: ¡Egos revueltos! ¡Egos revueltos!... Cuánta desdicha, cuánto disimulo y deleite, autosatisfacción sintética, plástica..., falta de autentica realidad; en su lugar lo llenamos todo con ese “usar y tirar” “usar al reír” “reír para usar” y a poder ser “Ego, siempre un gran y formidable ego revuelto” – Creo que el alcohol se me subió a la cabeza – (pensé).

“¿Los egos se pagan?” – A muy buen precio (dijiste) “Y muy caro” (pensé) Son la moda de los necios y el rasgo más característico de los silentes, impertérritos y metamórficos ídolos nocturnos... (No menos ególatras que el resto). Escrutan con mirada de lince los personajes de la fiesta en la que tú (“Mister Ego de la noche”) ni tan sólo fuiste invitado (pero eso, carece de importancia) – todos lo sospechaban; mas ninguno aseveró o acusó. Todos se manejaban bien envueltos en la plástica febrilidad de sus egos, eso sí, bien revueltos y algo indolentes...

El ego mal entendido dista mucho de ser verdadera auto estima. Es un refrito en la sartén de nuestras vanidades, cocina cósmica a fuego lento que a veces dura toda una vida. Una apropiación indebida y por supuesto; un síntoma de irreverente miopía y evidente complejo de inferioridad. Es muy difícil apartarse del propio ego, y más lo es, si éste se manifiesta revuelto con otros. La fiesta, concluyó con mucha música, mucho alcohol, besos, abrazos y otras afinidades; sustancias de blanco color que confunden la puerta de salida con “la salida no es por ahí...” En fin, Por suerte el “N2”, mi bus nocturno me condujo hasta mi casa… paró en aquel justo momento, donde mi ego, como chicle a pie pegado; aconsejaba mi marcha urgente. Aterricé en mi cama, sin saber ni como, horrorizado y casi en sueños, recostado en la almohada; escribí este texto que, a pesar de todo; abomina de la mojigatería.

“¿El ego se apaga?” – Todo a su tiempo (dijiste). El sueño venció a mi lógica. Del ego de aquella noche, ya ni me acuerdo...