Ojalá, Ojalá Sepan Escuchar (Crónica de 29 Septiembre, 2010)
El de ayer fue un día obtuso, uno de esos días tensionado y si me apuran algo amargo. Jornada de lucha en la calle y es que tácitamente nos explotó la olla de grillos en las narices. Es decir, la globalización... (O mejor: su efecto) Lástima pues: ¿cuándo una huelga general se llenó de lírica? – Nunca – se nos dirá desde todas partes. A pesar de ello, y echándole ganas al querer mirar el vaso medio lleno en lugar de a medias simplemente; me embargó un robusto y renovado empeño de felicidad. Sí, no me recuerden que no son tiempos para líricas y monsergas.
-Lo sé- Me dediqué a ver el lado sano y al escrutinio del pulso de esta huelga. Todos pidiendo, exigiendo; todos indignados y no pocos turistas despistados que; haciendo fotos con sus cámaras digitales fabricadas en Shanghai o Taiwán por un empleado que cobra menos de la mitad que su homónimo en Europa, no sabían si estaban en Barcelona, ó bien en el Mayo francés del 68. Me explico: gente enfadada, me llené de caras de ira, indignación pero también las hubo risueñas, maliciosas y también simplemente confusas o tristes. Como fuera, todos a una desempolvamos el rito tan trillado del uso del taconazo (nunca mejor dicho por alusión al presidente Zapatero) y otras virutas; al grito de ¡Basta ya! ¡Así no! (por el decretazo) – Pero es que no damos crédito mas que a Santa Bárbara: sólo cuando llueve nos acordamos del sano ejercicio de coger el paraguas. La democracia quedó ayer ejemplificada (mas no en evidencia como argumentan algunos) al son de petardos, tambores y comparsas de ciudadanos, policías hiperactivos, turistas y mirones de lo más variopinto (e indefectiblemente los disturbios propios de toda “Casa de Barrets”) El caos remite al orden y viceversa. Contemplé también caras largar, asustadas, atónitas e indiferentes; periodistas que no sabían si favorecer a un sindicato en concreto o bien tomar sencillamente la instantánea más polémica afín a su editorial.
En definitiva, la de ayer fue una jornada necesaria: la de la voz que se alza a pesar de todo y a propósito de todo... No se engañen, líricas aparte, el de ayer fue un día de útil democracia (e inútil dictado, - dirán otros -) Y para quienes siempre aluden lo inútil de dichos actos, decirles que no por falta de lírica ni ganas, los periódicos de mi ciudad anunciaron el fin de una época: la desidiotización de las masas. Más allá del subidón del los mundiales o la añoranza ya del verano; mas allá todavía nos espera lo de siempre: “Chillar cuando nos aprieten los zapatos. Gritar auque sea a puñetazos” Bromas aparte, me encanta mi ciudad cuando se enfada. Ojalá, ojalá sepan escuchar.
-Lo sé- Me dediqué a ver el lado sano y al escrutinio del pulso de esta huelga. Todos pidiendo, exigiendo; todos indignados y no pocos turistas despistados que; haciendo fotos con sus cámaras digitales fabricadas en Shanghai o Taiwán por un empleado que cobra menos de la mitad que su homónimo en Europa, no sabían si estaban en Barcelona, ó bien en el Mayo francés del 68. Me explico: gente enfadada, me llené de caras de ira, indignación pero también las hubo risueñas, maliciosas y también simplemente confusas o tristes. Como fuera, todos a una desempolvamos el rito tan trillado del uso del taconazo (nunca mejor dicho por alusión al presidente Zapatero) y otras virutas; al grito de ¡Basta ya! ¡Así no! (por el decretazo) – Pero es que no damos crédito mas que a Santa Bárbara: sólo cuando llueve nos acordamos del sano ejercicio de coger el paraguas. La democracia quedó ayer ejemplificada (mas no en evidencia como argumentan algunos) al son de petardos, tambores y comparsas de ciudadanos, policías hiperactivos, turistas y mirones de lo más variopinto (e indefectiblemente los disturbios propios de toda “Casa de Barrets”) El caos remite al orden y viceversa. Contemplé también caras largar, asustadas, atónitas e indiferentes; periodistas que no sabían si favorecer a un sindicato en concreto o bien tomar sencillamente la instantánea más polémica afín a su editorial.
En definitiva, la de ayer fue una jornada necesaria: la de la voz que se alza a pesar de todo y a propósito de todo... No se engañen, líricas aparte, el de ayer fue un día de útil democracia (e inútil dictado, - dirán otros -) Y para quienes siempre aluden lo inútil de dichos actos, decirles que no por falta de lírica ni ganas, los periódicos de mi ciudad anunciaron el fin de una época: la desidiotización de las masas. Más allá del subidón del los mundiales o la añoranza ya del verano; mas allá todavía nos espera lo de siempre: “Chillar cuando nos aprieten los zapatos. Gritar auque sea a puñetazos” Bromas aparte, me encanta mi ciudad cuando se enfada. Ojalá, ojalá sepan escuchar.
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