CONTRUCCIÓN DE UN CASTILLO DE NAIPES (Revisado)


He transitado la noche de las almas por calles y lugares donde apenas el mundo se reconoce a sí mismo. He buscado una certeza que me aparte del mundo, un lugar soleado, un abrazo.
Cada vez que te veo, en ese encuentro ya cansino con tu sombra, practico con inusitada malicia el arte de construir ficciones. Pongo toda mi fe entonces en comprender esa manera tuya de asirte a la noche, como un poste clavado al suelo, buscando en el infinito lo que todos buscamos y jamás supimos encontrar.
Tu presencia se derrama por la pista de baile abarrotada ahora por una muchedumbre torpe que baila al son de un ritmo cuatro por cuatro. Es madrugada en la ciudad. Paseo entre empujones y ruido; no nos miraremos, pues cómo decirlo: cada vez que te veo, siento el mundo sobrevenir en espanto. Siento entonces dulzura e intriga por saber, cómo pudiste cambiar esta mera trivialidad por nuestro amor.
Cadavérico te marchitas a solas anciano ya en tu juventud y tú piensas que el mundo te acompaña, y yo me sigo preguntando cómo cambiaste un minuto de mi alma por un cementerio de eternidad fingida.
Sí, construimos un castillo de naipes cada vez que nos vemos, para luego soplar la suerte de esas cartas que se elevan al cielo como plegarias.
No tengo otras frases para ti más que éstas, ni tú, otra respuesta que tu simple figura a trasluz. Buscabas esperanza y sexo por la perfecta esquina de la ensoñación: menos mal que un minuto de inteligencia me salvó de la estupidez.

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