NOCTURNIDADES | En el reino de Taifa (revisado)
Trabajas en los trapecios de la noche y la bruma;
se inquietan las estatuas que ven tu paso.
Te envidian porque posees un alma de nobleza y oscura soledad, que a ellas falta.
Te rozan los duendes y el flash de la memoria.
Doncellas sin flor, hombres sin corona.
Todo tú, manifiesto eunuco en trifulcas, bares y sesiones publicitarias;
adquieres las mil formas del deseo,
a manos llenas te llevas el alba.
-Hace mucho que sigo aquí-, me susurras.
A tu llegada, ya en la ciudad secreta de Sforzinda,
de repente abocado y solo estás ante tu particular reino de taifa.
Todos se intrigan al verte, todos te rondan, te pretenden.
Vendes humo a tu paso y el esfuerzo no te cuesta, ni te daña la nada.
Mas luego ileso y cansado te has ido mientas se apagan los excesos:
se duermen los últimos borrachos,
se abren los colmados y el alba te roba todo el glamour.
Como los pájaros cantas con voz prudente y silbas como sabiendo que la soledad no asusta.
Regresas a tu cuarto mudado ya de estrellas,
a dormir otro sueño sin estupor ni espanto.
No te importa el mundo, la nada ya tarda...
-¡Qué un igual amanecer nos ayude
grande y majestuoso,
allí a donde vamos!-,
rezas con el alba.
del texto: Santiago Calleja Arrabal
de la imagen: Luizo Vega
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