ABANDONADO Y EN LAS ANTÍPODAS | para Hugo



Entra, te daré el pan de mi mesa y el beber de mi agua, y algún resquicio del vino de mi sangre. Purificaré tu alma y te ofrendaré con la angustia de mi duda o el sudor de mi sabiduría, todavía no erudita.

Qué no digan las malas lenguas que te abandoné al deseo; pues fue quien nos forjó en una alianza de amianto. Tendrás la cama siempre lista para profanar mi imagen, pues mi cuerpo será sólo la isla de tu misterio: tú así lo quisiste antes de marcharte.

Cubriré los espejos que se helaron con tu imagen, con la sombra de tu ir y tu venir, en aquellas noches que decías no tardarías… Al día siguiente, volvías embriagado y soñoliento. ¡Ser viento y libre! proclamabas ufano, pues yo era entonces tu esclavo.

Dejé la puerta abierta durante algún tiempo, las luces encendidas: el amor intacto. ¿Y cómo saber si vivimos en mundos paralelos?  Si tu cuerpo era un calco de mi cuerpo y tu alegría se cubría con mi llanto:

¿Cómo saberlo entonces?

Sí, dejaré la puerta abierta. Tendrás la cama limpia sobre el lienzo ileso de nuestro amor usado. Yo, rezaré mientras tanto al ángel que me adormece y al diablo que me despierta, incauto, y me dice sollozando: “¿Lo ves?: abandonado estás en las antípodas del llanto.”

Dejé la puerta abierta, las luces encendidas... el llanto usado: sólo por si acaso.



Imagen: Joseph Sela
Texto: Santiago Calleja Arrabal

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