CANCIÓN PARA SIRENAS | de Cudillero
—Dijo
el marinero a la sirena antes de ser cazada:
“Yo no me escondo
debajo de una antigua fe.
No guardo luto
estricto al vacío.
No mezclo el azar
con el miedo.
Solamente soltar…
volver a amar me domina.
Esa es la pauta:
¿acaso no es lo mismo?”
—La
sirena se lamentaba entre sollozos y algas, sentada en su roca, peinando su largo
cabello con indolencia y cierto desdén:
“No me escondo del
amor,
del miedo y el
afán de los abrazos.
De estrechar entre mis brazos
mis peores
pesadillas.
No, ya no me
escondo.”,
aseveró
el pescador.
“Deja a las flores rozar tus rodillas esta primavera.
Deja de llorar y tus lágrimas serán mares
y océanos de alegría. Suelta el sufrimiento
para luego volver a amar. Esta es la pauta marinero.”,
aconsejó la joven
sirena.
Un
zumbido raudo y sordo cortó el aire.
El
arpón la atravesó de lado a lado.
No
hubo tiempo, ni respiro: la brisa se heló.
La
sirena soltó su peine de nácar que se hundió
en el
Hades del mar. Sacado el cuerpo del agua,
el
marinero lo depositó en la barca
y puso
rumbo a la costa más cercana.
Camino
de Cudillero le susurró al oído:
“¿Lo ves?, hoy ya no me escondo”.
La
embarcación empequeñeció a lo lejos y se
borró en el horizonte.
El viento calló.
La
brisa enmudeció para siempre.
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