Tecnologías del “yo” o El “facebookismo”


“Mi nombre es Nadie”, decía ya Ulises en la Ilíada. Homero llama “polytropos” al héroe viajero (en griego clásico, por supuesto); y ese calificativo se tradujo por “hábil”, “rico de recursos” o bien como “astuto”. Ulises es por tanto aquí, en los inicios de este siglo XXI, un símbolo clásico que regresa periódicamente como indicio de una tendencia de nuestro tiempo: Hoy todos quieren ser Ulises (aunque la mayoría no lo consigan).

Descubro estupefacto el amasijo de ideas, despropósitos; diarrea sonora escrita (y no pocas faltas de ortografía y de respeto), que acontecen en ese ámbito virtual llamado “facebook”. Océano ya trasnochado donde nuestro Ulises quedaría sin duda decepcionado. Holografía de aquella televisión tan trillada por la cultura y por muchos ciudadanos denostada como tele-basura, ordinariez con nombre de personajes que me voy a ahorrar; sencillamente por educación.

Asisto petrificado a como individuos de plumaje crítico, se apoderan de la verdad y deciden opinar, pensar y juzgar a diestro y siniestro a una mayoría; todo ello a propósito de temas no menos banales sobre cantantes de moda y otras virutas... Haciendo acopio de valor e intentando comprender a qué viene tanto revuelo (no ya el debate inerte sobre esto o aquello) sino, sobre las formas, las palabras groseras, la gratuidad del insulto, la envidia enmascarada y la identificación decimonónica con formas de vida o “sentires” que, en buena lógica; existen porque hay alguien o “alguienes” que gustan de tal icono o tal artista – Y es que el arte de demonizar en facebook se da al uso y con la asiduidad de vocifero de barrio.

De repente, todos queremos ser Ulises por este océano sin islas que es el hiper-espacio. Pero no, no se trata aquí de hacer una lectura perversa – como predijo Michel Foucault; “el hombre inventa la bala, la máquina o el discurso que usa como tecnología y que lo sujeta al punto justo de su propia cultura...” pero ¿y sobre los usos? - Es aquí donde radica mi estupor.

Constato decepcionado como los “ismo” (y no pocas sufijaciones “ísimo”) regresan con tal virulencia que hacen de este laboratorio reciente, este “face-world” espejo de la banalidad donde acontece el fenómeno paradójico de caer en aquello de lo pretendemos abominar. Hemos hecho del hiper-espacio y en especial de los “foros sociales”; retretes públicos (antes; la gente escribía obscenidades o grandes frases en las puertas de los urinarios públicos, verdadero precedente de facebook). Ahora, nos ensartamos alocadamente en disputas que de ser más importantes justificarían ese derroche de medios e ingenio: tiempo, frases, replicas y contra-réplicas... en definitiva, un vacío emocional e intelectual que efectivamente denota un “malestar generalizado”, un nivel terrorífico de demencia y frustración, en definitiva y, como diría Michel Foucault “representan la actualización feroz del placer”, del mostrar, del imponer, del enseñar y ser observado; que aquí toma la forma de malestar y su vástago.

No me voy a creer (todavía y sólo por fastidiar a este ditirambo de insensatos que disfrutan de la apropiación de la vedad... etc.), que este fenómeno de la mala educación mediatizada sea el espejo de una sociedad: la nuestra. La que nos merecemos. Me perdonarán: yo no la merezco (y estoy seguro que ustedes tampoco). Por tanto me defiendo y enuncio aquí que si la antigua ecuación: TV = WC, se amplia ahora a: TV + RS (red social) = WC, es porque surge del poso humano de la frustración, del ego mal administrado, mediatizado, de un “yoismo” tecnológico y agónico, fruto del abuso de la palabra; en definitiva del tema ya tan trillado en la filosofía de Nietzsche, Freud, Foucault o Teodoro Adorno, (me refiero al tema denominado como: “Malestar de la Cultura”) ¿Estamos entonces perdidos? ¿Somos náufragos por el mar de la Red?.

“No”, se nos responde desde todas partes: Somos “artificieros”. Fabricamos algo que sirve, en definitiva, para un cerco, una guerra o una destrucción. No estoy a favor de la destrucción, sino de que se pueda seguir adelante y avanzar, de que los muros se puedan derribar a través del uso limpio y lícito de la palabra, y eso implica una responsabilidad que a menudo es olvidada por los navegantes en sus redes sociales.

Compruebo ilusionado, que también existe la disidencia y por tanto y, a Dios gracias; la convicción de que para “opinar” se puede y se debe ser más asertivo. Confirmo que así lo demuestran muchas de las conversaciones en miles de muros de miles de perfiles, es decir; aún la mayoría concibe el “uso de las cosas”, de los “espacios” (virtuales o no) y en panicular; cuando son ventana para la opinión y no para la disentería mediática, la estupidez o simplemente; el lugar donde exhibir tácitamente la lista de nuestras frustraciones; aquello que sencillamente otorga el calificativo de correcto o incorrecto.

La apropiación violenta de la vedad, cínica; envenenada del “porque lo digo yo” o bien “porque me da la gana”, no es en verdad un mal reciente (echen un vistazo a la historia de los totalitarismos de cualquier color) ¡Qué diría Sigmund Freud si levantara la cabeza! Con certeza dejaría de lado sus estudios sobre la histeria en las mujeres en la sociedad recién industrializada del XIX; para centrasen en (-¿cómo llamarlo?-) La imposición histérica de la razón, de la opinión concebida como única verdad. Adolecemos de una falta de consciencia del “otro” y que me dicen del enanismo que el anonimato proporciona a ciertos individuos que sin más dan rienda suelta a su agresividad, a su ego; en busca de audiencias que aclamen y certifiquen su propio malestar.

Se constata, en definitiva; observando muchos de los foros de discusión estas convulsiones y no hace falta decir que cada cual se proyecta como mejor puede y que son sólo una minoría los que dan la nota. Procedería quizás en un futuro próximo un análisis por parte de sectores competentes (psicología, filosofía, antropología, sociología, psiquiatría... etc.) tomar el “toro por los cuernos” y explicar qué demonios está ocurriendo ante tanto despropósito observado, que por resumirlo en una sola y novedosa palabra/enfermedad (no la busquen en el diccionario) llamaría “facebook ismo”.



Santiago Calleja
Junio 2010

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