Odiseo y Orestes


“Los poéticos ojos, el pálido rostro,
nunca hallaré de nuevo aquellos labios”
Constantino Kavafis

No pude acceder al vitral costado de tu nombre, hecho cuerpo, lúcido y sabio; solamente concebido como insomnio de la Hélade, en la antigua región de Anatolia. Tu cuerpo, fulgurante canto o ruego, será también queja ensangrentada, lápida de la memoria y río donde bañar —no sin pena—, el recuerdo de tu presencia.

Las manos sabias y rugosas. La tez de héroe troyano. ¿No fuiste tú, acaso, quien enterró los astros aquella noche sin luna desde Ilion? Su antigua gloria fue la pena de Troya, explicabas. Desde Ítaca llegaron con fulgurante furia, luciendo flagrantes la ira de su conquista, los griegos.

Más tarde, fuimos ambos náufragos nocturnos cercando el fuego de antiguos imperios. Cantamos versos y bebimos himnos en duermevelas de amor: Píndaro, Eurípides o Virgilio... Todo hablaba de nosotros: toda estrella vista, todo montículo vislumbrado, todo acto de imaginación nos cercaba.

Se consumió nuestro amor llegados a la isla Lampedusa. Más allá de la Jonia clásica volvimos a sucumbir en besos y en abrazos hechos al modo de salitres caricias. Dos amantes rumbo al reino de Odiseo. Eso éramos: “Quizás paremos frente a los cantos de sirena, aquellas que sedujeron a Ulises. Nosotros no ceñiremos nuestros cuerpos a ningún mástil, júramelo. Seremos más fuertes, dejaremos vencer al deseo, verteremos oro y mirada; morderemos la manzana entregada por Eris (diosa de la discordia) en el casorio de Apolo”, aseveras.

Por fortuna, la vieja gloria del mar nos acogió bajo el amparo de Afrodita. Más allá, libres y en libertad, flotar sobre versos embebidos fue la norma. Sobre nuestros pies asistimos  al final feliz de la hazaña.

El destino del amor es siempre inexcusable aunque trágico; yo bajo tu abrazo. Al despertar todo habrá sucedido bajo impoluto misterio y el mar, allende de nosotros, recordó nuestros nombres, fuego y temblor de verano.

Y juntos, embarcados en la memoria, concluimos nuestro viaje.


 Texto: Santiago Calleja Arrabal
Foto: Javier Bravo 

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