El Imposible Olvido


Hice todo lo posible para hurgar en la niebla y crecerme en las palabras que más tarde revelaran en silencio los secretos de tu alcoba. Hice tanto y más, que lo posible se vertió en vacío y el vacío llenó mi alma con pasos de senda enajenada. Y me quedé colgado de un momento, dormido en tu tela de araña por maldecir tu nombre, por no soñar con la nada.

Hice todo lo posible por derribar los muros, enderezar la cama, colgarme de las persianas y que cupieras en mi alma y al maldecir (luego que te marcharas), quise la brisa que te acompaña, tu saliva cuando besas en boca extraña. Y todo lo posible no fue nada. Y nada en lo posible fue tu cama y tu adiós y tu mirada...

Hice lo que pude con el barro que me diste y aunque nos duela admitirlo, construimos nuestra casa una tarde de verano preñada con esperanzas. Y lo posible fue un invento pero el miedo y el llanto o la rabia; no nos dejaron querernos.

Hice todo lo posible por ser una cama vacía esperando sólo por ti y unas manos amigas y besos robados y abrazos hechos solamente de fuerza. Lo posible me partió el alma y tú con ella te fuiste la tarde de los besos que no dimos. Un embustero eras entonces... cacaceno de la nada y los turbios espejos.

Hice todo lo posible por oírte en el silencio y para creer por un momento que los faunos de la noche me regalaban tu almohada. Qué envidia el aire que te arropa, la cama que te acoja, la mano que te estreche entre los brazos y el pulso que te robe la mirada. Qué imposible en lo posible, qué invento, qué misterio ¡que abrazo nos negaran!
 
Por suerte desperté y todo fue un sueño. 


<< Si tú no vuelves, Miguel Bosé >>
 

Comentarios

  1. El imposible olvido, un día más tarde.

    Un día más tarde, cuando el carro de Apolo estaba en su punto álgido me reveló tu nombre, conocido por mí, compañero de charlas, dimes y diretes. Ocasionalmente reflexiones a submundos que recién vislumbramos y otros subterfugios que conocemos ambos en profundidad.

    Me reveló tu nombre y comprendí, en el calor de la arena, que hiciste todo lo posible y envidié tu nombre y tu esencia por no ser mi fragancia la suya, que vagamente aún desprendía su aura.

    Pero horas más tarde...

    No hiciste nada por hablarle, explicarle o comprender su sino, ni siquiera le saludaste.

    Para ser exacto y justo si que hiciste. Buscabas su prístina, penetrante y quiromántica mirada en el reflejo de un cristal. Cobarde cazador de sueños, intentabas robar por un fugaz instante la llave que te mostrara el veraz camino en tu enajenada senda; no lo conseguiste.

    Tu fracaso fué mi victoria, pues desde entonces yo tampoco puedo soñar con la nada.

    hay diferencias.

    Yo cedo cada segundo de la existencia que me reste a la paciencia de esperarle, al sueño platónico de poder descifrar el misterio de sus ojos instante a instante en la modalidad en que se pueda.

    Otra diferencia, amigo, es que fué un día más tarde.

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