Tobías Desangelado
Ausencia, sigue mi pulso intuitivo que ahora pronuncia un nombre delicado y perfecto. Nombre de antigua raíz y joven voluptuosidad. Nombre de piel de fango y arena fina: -“Cascabel de recuerdos y un caracol en sangre”- La vida es una larga cadena de adióses. Para que nunca pueda parar la vida necesita se ausencia.
-“Caracol de sangre
Vi como se quebraba
Tu imagen ante un espejo”-
Fugaces voces surgen en mi mente trayendo antiguos genios de ceniza que luego, más tarde, resultaron ser pequeños sapitos de asco.
-”Caracol de sangre
¡Un caracol en sangre,
Enrique!”-
Una voz mancha una breve sonrisa, abierta y fugaz sonrisa. Levedad de un ser de ceniza, carcelero de mi mente. Aún puedo seguir, y digo puedo, porque estuve a punto de perder un suspiro. Un golpe de la razón y un chasquido de sangre en la mirada. Detrás la frágil ausencia me llama.
-”La sangre del caracol, ¡Enriqueee!”-
Dime el nombre que sólo fue pronunciado un vez. Vuelvo a probar el sabor amargo y oscuro de una mirada fugar, perfecta. Piel y voz de un fantasma que nos eleva en la distancia y luego regresa felizmente mostrando sus manos manchadas de mentira.
-”Cupido ángel traidor”-
Subir a lo más alto y acordarme de gritar su nombre cuando el viento anuncia otra ausencia.
-”Enrique, regálame
Tu corbata de seda fina
Y píntame un paisaje
De terrazas y flores,
Alto, muy alto”-
Cupido, cuando pases por mi lado inventaré un capricho pasajero envenenado y lo pondré en tus labios sellado por un beso.
-”Enrique, ¡Enriqueee!”-
Se oye un golpe de sangre, frío y silencio. Cupido ha muerto.
(Telón lento)
a Edward Morgan Foster, preludio de tiempos mejores.
Agosto 2012 (1990)
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