Entierro Etrusco (Dos Amantes Se Despiden)
Tengo
hambre de tu alma. Los esqueletos quietos de la noche hablan el idioma de los
incautos. ¿Qué puedo decir? Te has muerto para siempre como todos los muertos de
la tierra. Te has muerto pero no te has ido. Lento todavía por las aceras ruge
el viento que te vio. Todavía te mecen las horas y los días que te nombran. Te
has muerto para siempre, con un montón de perros agrupados y mi desafío sí, te has ido y no lo creo. ¿Te
has muerto?
No verte es no verte, mas: “no verte es no tenerte más“ -¿Cómo?- Te
agobia la prisa, la prisa es la prisa. Yo te veo en el entierro que tú querías.
Como la sombra de tu alma, elegante como el paso de un ángel. Dame tú, el tiempo
tierno del nenúfar o el olvido del idiota. Dame algo que me quite el hambre y se lleve esta tristeza de hilo blanco para hacer pañuelos de llanto.
Dame acaso el lado del
tiempo eterno que dice llevarse la vida rota hacia la
muerte. Dame el momento que no pudiste dar, un rato; un rato eterno de lima y fresco dolor.
Flor de amianto, suspiro y barro: “Tengo hambre de tu alma” -sin más-.
Caminito blanco, llora el perro en su esquina y el faro a lo lejos anuncia su aurora de luz. Ya no me duele ni el dolor. Ya la luna cierra el portón oscuro de tu mirada, tu ojos negros de azabache calados de amor se duermen por las esquinas para siempre. Y el faro de Alejandría dará un último grito de luz y calma.
Foto: Jesús Lucía y Luizo Vega
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