DOCTOR POEMA (para Luis Muñoz), 2017


“No a evitar la entrada. 
Aprendemos si acaso 
a encontrar una salida.”
Luis Muñoz


Salida que a buen seguro indique el camino más fácil.
Fácil como la duda que te asalta,
la pena que te embarga,
el hastío que sabes no es cierto.

Evitar la entrada. 
Tensar la flecha en el arco.
Domar el deseo.
Ignorar que la verdad está en lucha
con la dicha, con tu verdad
que, huelga decirlo: 
es verdadera sólo para quienes así lo crean.

Hacía tiempo que el deseo no tomaba la forma de humano.
Tan sólo una leve ansia de fornicar, algo abstracto: prescindible.
Yo no te esperaba en aquella hora cierta de lo imprevisto.
Tú juegas. Ignoras que detrás de todo tiempo
aguarda el deseo... y éste no sabe de juegos.

No evitar la entrada:
“Una cada ocho horas, sólo si hay fiebre”,
prescribe el médico. 
Él no sabe de evitar, de evitar tu entrada...

Le hice caso y todo se convierte en sueño
y es alivio cierto. Todo es síntoma… narcotizado.
Los amigos de noche y de centellas aconsejan. 
Cómo decirlo: “Una cada ocho horas”, me recuerdan.
Prescripción facultativa que no alivia, ni cura el alma.

El deseo es un virus contagioso. 
Tú, un contagio de deseo.
Pero el amor no se construye desde la necesidad.
Tú juegas. Yo cedo: 
Una cada ocho horas... ¿verdad?

Si tomo la medicina (una cada ocho horas),
evito tu entrada. Nadie sabrá nada.
Nadie prescribe correctamente; ¿cómo hacerlo...?
Ellos apenas duermen o sueñan como nosotros.

¿Evitar la entrada? Imposible.
Llegaste sin receta médica,
sin malicia, sin efectos secundarios: sin nada.

Por eso no puedo.
No puedo evitar la entrada.


Imagen: Jon John
Texto: S. Calleja Arrabal
Barcelona, 2017

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