EL OROPEL DEL ORO (nuevo)
Considerarse conocido de Dios,
buscar su complicidad y su beneplácito,
despreciar todos los naufragios y
regalos del alma;
todo los salmos que nos aguardan y nos
acogen
no es ni satisface plenamente las malas
inclinaciones.
Es más, siendo lícito,
Es más, siendo lícito,
carece de un auténtico desempeño.
Todos nos vemos conmovidos
y sorprendidos por un vacío
que urge ser llenado de significado.
No gusta la torpe soledad del
proxeneta,
el inútil dolor del desdichado:
el alma ahogada de aquel que busca el
amor
y no lo encuentra.
Torpeza tras torpeza,
Torpeza tras torpeza,
Dios accede a tomar de nosotros aquél
afán
sin la voluntad a ser apreciado allí
arriba.
Sin la certidumbre de gobernar de
cierto
nuestra fe inconclusa.
Él, la toma entre sus manos
en una mansedumbre irredenta.
El amor llegará más tarde… si llega.
El privilegio de ser conocido por Dios
puede parecer insuficiente para algunos,
mas no el oropel de mi afán por Él.
A lo peor, el único afán con verdadero
significado.
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