¿Qué Más Pude Pedir?
a Fernando (Abril, 2012)
"De la vida me acuerdo pero ¿dónde está?", Gil de Biedma
Aquella madrugada se unieron el ocio y el destino en aquel sórdido local donde se encuentran los noctámbulos y algunas almas perdidas hechas sólo de silencio. Te observé deambular por el cuadrilátero de la sala, solitario; buscando en la nada y claro, te fijaste en mi luz a pesar de que me refugiaba del espanto en la esquina más recóndita; disfrutando de mi condición de observador. Al sentarte tan cerca no pude mediar palabra (antes, delante de mis narices conversabas con tu amigo y alcancé a escuchar como te animaba: -es guapo, dile algo-)
Aquella madrugada se unieron el ocio y el destino en aquel sórdido local donde se encuentran los noctámbulos y algunas almas perdidas hechas sólo de silencio. Te observé deambular por el cuadrilátero de la sala, solitario; buscando en la nada y claro, te fijaste en mi luz a pesar de que me refugiaba del espanto en la esquina más recóndita; disfrutando de mi condición de observador. Al sentarte tan cerca no pude mediar palabra (antes, delante de mis narices conversabas con tu amigo y alcancé a escuchar como te animaba: -es guapo, dile algo-)
Me ofreciste beber de tu cerveza y brindamos con la mía sin saber que aquel pacto sería digno de narrar. Apenas hablabas y, como decirlo; tuve que llenar los silencios con torpes palabras y chistes fáciles. Tu mirabas, sonreías; tejías tu tela de araña. -¿Vienes?-, carraspeo, -No sé- Me llevaste de la mano hacia donde la luz era más clara y me sentí tasado aunque embelesado por tu mirada. Era ya muy tarde y no había tiempo para más.
Tu casa era pequeña y cómoda y tu alcoba repleta de vida y desorden. Una vez sentados al borde de la cama, tomamos dos copas de un vino excelente y lo poco que me dejaste hablar fue suficiente para que tus besos me llenaran el alma. Bebí, esta vez con la sed de los caminantes, de los solitarios, tembloroso y dichoso de tus prodigios. El resto es digno de contar pues contra todo pronóstico te quedaste dormido entre mis brazos. ¡Cuánto tiempo! y entonces me di cuenta que aplazar el amor es una forma de tortura sin sentido a la que me someto. No me atreví a mover ni un ápice mi cuerpo junto al tuyo, sólo tu rostro junto al mío, tu respiración en la mía y tu calor de bello efebo; me enamoraban.
¿Que más se puede pedir? si iba a ser una noche gamberra y se quedó en cansancio y somnolencia. Qué felicidad entonces, saberte así junto a mí; al abrazar tu cuerpo. ¿Qué más pude pedir? -pensé- Me marché en silencio al despertar, la casa en penumbra y el corazón pleno. Anduve cabizbajo como quien huye de la presunta felicidad para no herir así mi corazón errante.
"Qerelle" (1982) - Basada en la novela homónima de Jean Genet "Querelle de Brest"
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