UN NIÑO PALESTINO DE SEIS AÑOS | para Angélica Liddell (versión definitiva)


UN NIÑO PALESTINO DE SEIS AÑOS | para Angélica Liddell

Yo no sé qué hace falta para ser necesario,
y si lo supiera no te lo diría.
De repente, la nada se hace necesaria
como las balas que matan,
como el dolor y la muerte:
¿necesarios?

¡Yo no sé qué coño hace falta para ser necesario,
y mucho menos para ser una buena persona!
Hoy he visto matar a un niño palestino de seis años.
Un hombre corpulento y de uniforme le doblaba el cuello,
subido a sus espaldas.
Como el dolor y la muerte:
¿necesarios?          

¡Yo no sé qué mierda hace falta para ser necesario!
No creo en el hombre que puede matar.
No comprendo cómo se puede matar a un niño palestino
de seis años.

Hoy ya he vomitado tres veces...
Me siento sucio, descreo: lloro y vomito
y todavía no sé qué hace falta para ser necesario.

Pero intuyo que si tú no lloras, vomitas y descrees,
entonces estás muerto,
y mi poema no te alcanzará.

Yo no sé qué hace falta para ser necesario…
¡Un niño palestino de seis años!
Por una guerra sucia, tan sucia
que su mierda nos llena de lodo y pena,
de sucia pena: ¡de puta pena!

Tú, pequeño burgués —yanqui, occidental o israelí—,
putos fornicadores de niños.
Gobiernos, legitimados por putos votantes, ruines a su vez.
Y les dejamos matar,
y matan a niños y niñas palestinos de seis años.
Malditos, malditos: malditos.

Yo no sé qué hace falta para ser necesario,
y si lo supiera, no pienses que te lo diría.
Te dejaría caer en tu mierda de puto asesino
a dejar que te pudras en la inmundicia.

Hoy ya he vomitado tres veces,
y todavía no sé qué hace falta para ser necesario.

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