EL CORAZÓN DORMIDO | tributo a Jon John, 2017




Me olvido de las reglas, de las normas absurdas: del sentido común. Me apeo del calendario, causo baja del general ánimo, me arrincono en la ponzoña de un sueño. Descolgado del mundo, luchando con el aire; juntando la esperanza recompongo mi mundo que ya no sé si se parece al tuyo, o al mío… ni me importa.

Alquilo una ilusión que un momento duró. Atraigo a los amigos no menos que a los enemigos: habito en la esperanza. Tomo el dato que el angélico hábito me ofrece y respiro a duras penas, debajo de mi edredón, cada noche de todos los días… Allí, donde el amor se parece más a una espera que a su reiteración.

Ese lugar que recoge mi cuerpo todos los días, donde me reduzco a la nada; fundido con los sueños y el ebrio amor de Morfeo, es mi casa. No quiero milongas inventadas, ni el pacto distraído y tosco del placer fácil, del placer que resucita de su repentino retiro.

No quiero esas quimeras —es un ardid—, con tu fantasma me basta.

Urdo el presente con el mero existir. De pie, delante del espejo, soy informado de que también a mí el tiempo ha elegido. Y es en ese devenir insólito, donde reparo el corazón dormido con trocitos de estrellas moribundas.

Donde quiera que se fue la ilusión, el hábito la siguió.

Todavía busco la zozobra de tu boca. Todavía, el aroma de tu axila dócil y difusa. Toco las estrellas de tu celeste vientre mientras distraído me duermo como no queriendo saber si el amor que te tengo, de la vigila o del sueño es.


Imagen: jon john

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