El Cielo Que Habito


Que la vida iba en serio era algo que aprendí con el tiempo. No muy tarde por entonces supe que el amor es efímero, fútil y quebradizo y por ende; necesario a la existencia. Que aporta límite, sentido y deseo dentro del caos que nos habita.

A la hora de dormir el hombre olvida sus actos cotidianos: un silencio profundo lo adormece en la cómoda ponzoña del sueño. Cada noche esa persistente dualidad es el eco que me embriaga con presagios inconfesables. ¿Cómo ser yo y los demás a un tiempo, cómo despojar cada noche mi ser si me sumerjo en ti: alma mía, duda mía y carne aterida; aurora de mi promesa?

Al día siguiente, al despertar en perfecta rutina al son del cepillo de dientes, el jabón y el sonido de la cafetera: ducha rápida y música clásica; todo se recompone de nuevo en extraño ditirambo de rutina. Todos los días en todas las ciudades se levantan los muertos de sus féretros y se visten con los trajes fabricados a medida (es el arte del matutino disimulo). Soportamos renuncias, sin más; en eso somos los mejores.

Primero me coloco el yo, enderezo la sonrisa ante el espejo. Aliño mi escaso pelo; me perfumo y lustro mis zapatos. Olvido quién he sido entre los sueños: que fui vampiro o asesino, indigente o magnate, que podía volar y fornicar bajo las aguas con tu cuerpo, copular con la salvación; mientras tu amor me esperaba impertérrito detrás de algún suspiro.

Que la vida iba en serio era algo que luego de mayor no tardé en comprender. Qué el amor se marchita y pretendemos mil cuerpos para perseguir aquel beso de primerísima vez. Que se van los difuntos a no sé dónde, que los amigos se mudan de barrio y tu cuerpo se transforma al son de las arrugas que adornan un rostro ya cansado. Confieso que viví y confieso que no quiero ser cenizo y que amo esta vida al igual que los sueños que sustenta.

- ¿Recuerdas? - A lo lejos nosotros, muy cerca; nosotros también y el Atlántico era un charquito de tristeza todavía por cruzar (eso fue un sueño - dijiste - ) En globo yo llegaba a recogerte para llevarte al Polo Norte donde hacía calor más que frío. Tu enigmático apellido resonaba en mi mente y como duendes felices al besarnos lloramos de alegría. Eso era todo, eso fue un sueño.

Que la vida iba en serio lo supe cuando enterré a los muertos, amigos fallecidos, seres amados y lo peor: al infante que habitamos. El pasado es un incierto futuro ahora. Ya conoces la profecía: el cielo que se halla bajo nuestros pies se quiebra en mil pedazos.

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