Un Largo Lagarto Verde (homenaje a Cuba)



Tiene Cuba un malecón antiguo donde la soledad es de piedra, donde el amor se consume con gozo amargo, donde el tiempo dejó de contar...

Las olas rompen a lo largo del espigón de La Habana. Sí, lo he visto en tus ojos, y entierran en la cálida playa el nombre de marineros muertos de amor. La leyenda es lo único vivo que recuerda el viento. Lo he visto en tu mirar y no me arrepiento.

Las olas rompen a lo largo del espigón y traen espumas recientes a mis pies que son ojos que ven en tu mirar un lugar conocido en el que nunca amé. El colibrí de cola ancha, el viejo caimán de Camagüey, la música rapsoda de Ernesto Lecuona, el songo cubano de carnaval y el escueto mirar de tu semblante, tienen algo en común que intriga. Tu voz discreta, las manos pequeñas y ágiles, la pena clavada en la mirada... Todo cuenta y todo se escribe por la playa de tu costado herido.

Y las olas que rompen por el malecón viejo no cesarán de danzar la fiebre de tu pena, el amor de tu orilla y el olor de tu imposible aurora... Lo vi en tus ojos que no mienten pues están hechos de sueños y duermevelas del amor y de miedo, también. De su negror azabache que esconde la dulzura de la caña de azúcar y de los cantos esclavos devorados por el viento, sigue viva la estrella que te guía. Esa ofrenda está viva. Sí, lo dicen tus ojos y yo lo creí.

Un día iré a Guantánamo, mi corazón que es puro y curioso y gusta conocer la verdad hecha mentira, irá a Holguín, a Santa Clara, a Santiago... Sí, iré a Santiago a saber si es cierto que las olas del malecón de La Habana rompen su destino herido sobre tu perfil de largo lagarto verde... con ojos de piedra y agua.

Tiene Cuba una fiebre antigua que contagia de melancolía. Un malecón viejo y un ritmo en duermevela que esperan ser descubiertos. Hay una canción y un sendero recién estrenado allí, y un muchacho que mira fijo el horizonte partido.

- ¿Acaso conoce Cuba una canción que hable de mí? - Tiene Cuba un malecón herido donde la soledad es de piedra, donde el amor se consume con gozo amargo, donde el tiempo, dejó de contar.





"A Cuba" de Vicor Jara

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