DIÁLOGO DE LOS ESENIOS (Carpe Diem), revisado
"Carpe diem, quam minimum credula poster."
Horacio
Lo decía Malaquías, fue pronosticado por Nostradamus y Parravicini; revelado por Ezequiel de Urbino y otros profetas díscolos: “el amor es cosa de hombres que saben perder”. Así, un día después del naufragio entre tus brazos, repliegas velas y te haces a la mar; y vuelves a las redes, al viento y las mareas -ese es tu medio-, te dices a ti mismo.
Los Coptos y los Esenios, venidos de otras latitudes y de otros tiempos, violaban mujeres, quemaban hogares y mataban inocentes niños; luego se refugiaban en los desiertos, a penar. Pero hoy la lógica es más perversa; no menos atroz en resultado, sino diluida en el arte del disimulo: “te mato de amor para que no sufras más; quiero que sufras porque un amor sin suplicio, no vale”.
Me lo advirtió la bruja del Borne: “eres el elegido de Zeus: ésta y muchas otras noches, donde deberás beber la sangre de los inocentes y ofrecerte sin mácula al deseo, sucederán”. Ella tenía razón... No me juzguen porque no serviría de nada: yo, obedecí hasta donde pude.
Estoy tocado por el rayo de una inteligencia inexplicable, -Sócrates la llamó daimón, y lo juzgaron por impío-. Porque ya lo dicen los Orcos y los Mayas en sus leyendas: “no hay más ciego que aquel que no quiere ver, ni más villano que aquel vestido de ángel, piel de cordero”.
Apóstoles junto a Ptolomeo y otros arcanos maestros, pronosticaron mi llegada, también mi caída; pero fueron tus brazos quienes me recogieron en una noche llena de afanes. ¡Rápido!, hoy la madrugada nos espeta una tácita rutina al despertar. Ducha rápida, café y una sociedad repleta de espantos...
Tú por lo menos, perduras en la inocencia.
Imagen por Studio V, Luizo Vega, París 2015
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