Recto Verso (nuevo)

Me equivoqué de nuevo —no tengo remedio—, volví a dejar mi alma en los bares, en las cantinas, por las esquinas y jugando al disimulo con mendigos, putas y traficantes. El miasma del mundo me trastoca, me incendia y deja en mí un halo de extraña bondad. No crean, no es éste un trastorno reciente, ni tampoco plagio de villano, o acaso una vaga ansia de fornicar.

Querer ceder a mi destino, al azar gratuito y vacuo de todo acto sombrío donde se entrega algo más que un cuerpo, una intención y por ello, un alma.

Fe de erratas. Al día siguiente escribimos en el libro de los días: “noche indefectible y ciertamente de exceso, bronca y borrachera”. No me entiendan mal, es sólo eso; una fe errada... Fe en los infiernos urbanos, en las pétreas perspectivas de lo humano, en los semáforos en rojo y el peligro, en los chicos de barrio y al final también, en las mentiras que huyen rápidas como ratas.

La noche nos enajena a veces, otras nos sorprende con plenitud de catecismo. Algo extraño contiene la intención humana las noches de verano. Equivoqué otra vez el tiro en la diana, lancé flechas de Cupido sobre espaldas translúcidas y esquivas —insomnes diría—, y es que los ángeles son algo infalible porque cumplen con el mandato de dar amparo a nuestra inspiración, aunque únicamente a nuestra inspiración...

Ellos nunca mueren al primer disparo y por supuesto, no ceden al cariño o a los besos (en eso son muy humanos). “Lo siento”, apunto en el cuaderno de los días. Otra vez corrigiendo mi destino: notas a pie de página y lágrimas mezcladas con alcohol y otras sustancias. Borramos los actos nocivos no por vergüenza sino por desánimo.

Fe de erratas: quise decir “te amo” pero escribí “te deseo”.

Suena el reloj. Despierto: seis de la mañana, hora de levantar esta rutina. Compruebo con aturdimiento de sonámbulo que mis sueños no son mejor que mis vigilias.

Eso también tengo que apuntarlo.

Texto e imagen de Santiago Calleja Arrabal