Viernes Santo



(Carta abierta al todopoderoso Jesucristo)

Pudrir poco a poco el siglo veintiuno. Vender
los gusanos en las plazas. Resucitar
a Dios en las cajas de zapatos.
Cavar el mundo, sepultar los cielos...

Iván Silén


Llámame iluso Señor por creer en ti todavía. Hoy que todavía eres ese "algo" al que agarrase en la caída. Llámame Señor iluso ya que mientes con franqueza y enconada emoción pues somos el redil de tu rebaño todavía virgen, todavía corrupto.

Somos la imagen febril de tu cuerpo en carne, abierto y clavado en la cruz de tu cetro. Somos el alma todavía sin rumbo de tu orilla, el puente que une son de tambores y luz de miradas encendidas...

Si decido escribirte no es por torpe idolatría sino de pura debilidad. Sólo el fuerte sabe que de allí proviene su firmeza. Yo también quiero estar (como ya lo estoy ahora) clavado en madera bajo un INRI que merezca luego misas y templos llenos de vacua fe.

Sé que tú solamente templas la fe quebrada de aquellos que hacen de ti símbolo de su esperanza, noche de su pena y justificación del alma. Pero yo, que de ti no soy ya nada, quiero escribir esta carta sin remite en el día en que tu morir clavado no es más que una fiesta de liturgia ensangrentada.

-¿Quién soy yo?- Soy tu hijo que te llama en este día y en la muerte que representas bajo tu fe invertida hecha cómplice y que habita en las ciudades y es espanto conjugado en dolor de multitudes.

Mi Jesús... esta carta chiquita no irá más allá de su mañana, ni tendrá respuesta a pesar de sus preguntas, ni irá firmada sólo con la sangre de todos los blasfemos mientras vemos tu figura de enjuto dolor, clavada; jugando al juego de la representación. El dolor, mi Señor, no es “aquello” que inventaste en tu discurso: es la condición de quienes cantan y está detrás del lamento de otros tantos que enjuagan sus lágrimas en paño de perfecto nihilismo.

Hoy mi carta es el dedo que te apunta y la lanza que herirá de nuevo tu costado aunque también la sinceridad recompensada.
Cúmplase hoy tu fiebre y tu pena.

 
Que el dolor hecho sangre fluya en veredicto sin trayecto, horizonte de horror socializado...
Permítenos creer en ti todavía a pesar del vacuo sonido de tu imagen.
Tus palabras de ser tuyas ya no son meras promesas.

Bendícenos con blasfemias recientes y danos el pan nuestro cada día mientras éste le es robado al moribundo que agoniza.

-Amen sin pan-, -Amen sin gloria y sin pena-

Beso tu cetro Señor en el día de tu ausencia, siglo de nuestra esperanza.
Sálvanos del cielo que predicas y maldícenos, Señor, por los siglos de los siglos, Amen.


Texto por Santiago Calleja
Foto sin permiso de su autor

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