PARA ANDRÉS
PARA
ANDRÉS
Querías
saber la verdad aquella tarde.
Ebrio
de cerveza y desespero estabas. Yo debía aleccionarte sobre lo noble y lo
correcto, sobre algún distraído exceso tal vez: jugamos mal nuestras cartas.
Tú,
tenías mujer e hijos y el peso de tu conciencia te sometía.
La
cerveza no pudo darte el salvoconducto hacia tu noche desenfrenada. Yo, cansado
de aleccionar, decidí tomar el camino hacia mi casa.
—
¿Por qué dejar vencer a un falso deseo?
—, pensé.
Eras
tan débil como un niño y después de mucha, mucha cerveza;
la
luz te iluminó y el juego terminó.
Eras
hermoso, lo admito...
Yo regresaba y tú, aún no te habías ido.
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