LLANTO INCÓLUME AL MAESTRO (14 de Abril), nuevo



Hubo una España de sombra a las cinco de la tarde,
Un moho, un relicario y un ataúd con su muerto tapado.
¡Sí! Todos lo gritaron:
—“Eran las cinco en punto de la tarde”—.

Era la noche del padre, del hermano,
del hijo herido y maltratado.
La hora de un pueblo ahogado…

Era la España cañí:
la pobre y desigual España
de cal, paja y latifundio.
Una guerra, dos ideologías
y un mismo miedo te cercan.

Fue entonces tu poesía una voz
y más que voz, un grito aterrador
que provocó estupor y espanto,
e instigó la ira de la ignorancia,
la cólera del dictador.

Duendes de inspiración preparan el féretro
y tu poesía, tu música, tu teatro;
sirven de mortaja todavía.
Como un Jesucristo de carne, a la cruz clavado,
nos dejaste la fe de tus palabras
y la luz de tus canciones.

¡Asesinos de palomas a las cinco de la tarde!
Llanto y cuchillo
y una lágrima sola
que clama el dolor de la pena
por una ribera sola.

¿Dónde estás Federico, a las cinco de esta tarde?
Cuando el mundo te reclama y necesita.
¿A dónde te marchaste?
¿Dónde te llevaron a las cinco
en sangre de la tarde?

Un golpe seco, junto a otros,
un disparo en la nuca, de espaldas…
Un ruiseñor dejo de cantar entonces
(lo dije antes).

Eran las cinco en pena de la tarde.
El mundo lo sabía.
El tiempo quedó mudo,
parado el viento.
Sin voz está el alma.

Una España innoble, de espanto,
de sombra y esqueleto
privada de habla, de libertad.

Y precisa palomas para la paz y descanso…
y el pan para sus hijos.

¡Asesinos!
         ¡Asesinos de palomas!

Pero tú, no pudiste morir peor Federico…
         Lo dice el viento que te aclama.

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