PRESENCIA DE UN INTERIOR (nuevo)
PRESENCIA DE UN INTERIOR
(un poema surrealista)
La ausencia sigue su pulso inminente
que ahora pronuncia un nombre delicado
y perfecto;
nombre de antigua raíz y joven
voluptuosidad,
de piel de fango y arena fina. Cascabel
de recuerdos
y un caracol en sangre…
La vida es una larga cadena de adioses.
Para que nunca pueda parar, la vida
necesita ser ausencia.
—“Caracol
de sangre,
vi
como se quebraba
tu
imagen ante un espejo”—
Fugaces voces surgen en mi mente
y ofrecen antiguos genios de ceniza
que luego, más tarde, resultan ser
pequeños sapitos de asco.
—”Caracol
de sangre…
¡Un
caracol en sangre!”—
Una voz mancha una breve sonrisa,
abierta y fugaz sonrisa.
Levedad de un ser de ceniza,
carcelero de la mente.
Aún puedo seguir, y digo puedo,
porque estuve a punto de perder un
suspiro.
Un golpe de la razón y un chasquido
de sangre en la mirada.
Detrás la frágil ausencia me llama.
La sangre del caracol, se derrama…
Dime el nombre que sólo fue pronunciado
una vez.
Vuelvo a probar el sabor amargo y
oscuro
de una mirada fugaz y perfecta.
Piel y voz de un fantasma que me eleva
en la distancia,
y luego regresa felizmente, mostrando
sus manos
manchadas de mentira: Cupido, ángel
traidor:
!vete de mi casa, abandona mi alma!
Subir a lo más alto
y acordarme de gritar su nombre
cuando el viento anuncie otra ausencia.
—”¡Muchacho!
regálame
tu
corbata de seda fina
y
píntame un paisaje
de
terrazas y flores,
alto,
muy alto,
subido
a tus espaldas…”—
Cupido, cuando pases por mi lado
inventaré un capricho pasajero,
envenenado,
y lo pondré en tus labios.
Se oye un golpe de sangre:
¡Cupido ha muerto!
y tú lo has enterrado…
Telón lento.
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